Si cualquiera de nosotros se acerca a un palacio de gobierno, y dice que conoce al presidente que está allí adentro y que quiere entrar a verlo, así nada más. Créame que eso será insuficiente para que usted entre al palacio de gobierno, por más que quiera seguirá afuera, con todo un batallón de soldados parados frente de usted. Diciéndole: «No, aquí no entran desconocidos».
Pero si de pronto saliera del palacio de gobierno ese presidente y él dijera: «Yo lo conozco déjenlo pasar». Wow, allí si todo cambiaría, los soldados que impedían tu acceso, rápidamente cambiarían su actitud hacia ti, y con una sonrisa le dirían: «Bienvenido señor al palacio de gobierno».
Exactamente así como lo vimos en esta breve ilustración, así es en nuestra relación con Dios. Jesús en Mateo 7:21-23. Habla de una serie de creyentes que pensaban conocer a Dios, según ellos. Estaban muy seguros, que los milagros que hacían, que los demonios que echaban fuera, que todas las manifestaciones espirituales que hacían, eran hechas bajo la autoridad y el nombre de Jesús. Pero el versículo 23 termina con una demoledora declaración de parte de Dios: «Nunca os conocí». Wow… Que desastroso, y esa declaración también les cerró las puertas al Cielo, y los mandó al infierno.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (MATEO 07 : 21 – 23 )
Hoy en día es muy común escuchar a los creyentes hablar y testificar de cuanto ellos conocen a Dios, algunos a la verdad si le conocen, otros engañados creen conocerle pero ni siquiera han nacido de nuevo, lo cual implica que aún no conocen a Dios. Pero en cualquiera de los casos, vemos según Mateo 7:21-23, que definitivamente no basta con que nosotros digamos que conocemos a Dios, necesario es que Dios nos conozca a nosotros. Aunque parezca cruel y doloroso, el infierno estará más llena de gente que durante toda su vida decía conocer a Dios, que de gente que nunca tuvo un acercamiento a Dios en su vida. El versículo 22 enseña un cuadro trágico que acontecerá en aquel día. ¿De cuál aquel día se refiere? Habla del día del juicio. Las palabras dichas por muchos en aquel día, serán esas cosas que les hicieron pensar que porque las hacían, entonces Dios los conocía. Error…
Cuánta gente el dia de hoy llamada cristiana no dan por sentado que Dios los conoce porque tienen un ministerio, predican bien, son evangelistas, milagreros, sanadores, evangelizan, diezman. Etc…
Y con estos argumentos se presentaran muchos delante del trono de Dios, y allí descubrirán que nada de estas cosas eran evidencias de que Dios los conocía…triste.Hermano y hermana la biblia es clara en qué debemos hacer para que Dios nos conozca y nos dé plena entrada a su Cielo y a su morada celestial. Veamos:
«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.» ( MATEO 07 : 21 )
Note que Jesús dijo: Que no todo el que pronuncie Señor, Señor, por más enfático que lo haga, sea llorando, sean con cara de mucha devoción. Si esa persona no está haciendo la voluntad del Señor, Dios no la conoce, y si Dios no la conoce no tiene vida eterna.
La primera voluntad de Dios, es que creamos en su hijo Jesucristo y en la obra de salvación por gracia que hizo por nosotros en la cruz. Tener fe en Jesús como salvador, es la primera voluntad de Dios que debemos cumplir.
«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» ( JUAN 17 : 3 )
Conocemos a Dios, cuando leemos su palabra, pero Él nos conoce a nosotros, cuando obedecemos su palabra.
SISTEMATIZANDO: Por toda la biblia vemos a Dios dejando bien claro a qué hombres conoce y a quienes no. Hay un buen grupo de hombres que Dios testificó en un momento determinado de que Él los conocía, dejándolo como ejemplo a nosotros, los de este tiempo.
Y ese testimonio de Dios sobre ellos, fue la que ejerció peso sobre la vida espiritual de ellos, y no el testimonio de ellos sobre Dios. Noé, Abraham, Job, David, Elías, Juan el Bautista… Entre otros tantos.
“En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” (JUAN 16 : 26 – 27 )
Nuestra garantía de salvación, no radica en que amamos a Dios, radica en que Dios nos ama a nosotros, eso nos hizo salvos.
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.» ( JUAN 1 04 : 10 )
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, muchas cosas podría hablar más sobre este tema, pero quiero dejarte con esta inquietud que te lleve a vivir con un solo estilo de oración: Padre, examíname, Padre conóceme, Padre aquí estoy, desnudo delante de ti. No tengo, ni puedo esconderte nada. Tú sabes toda mi vida… Sálvame.
Aunque usted no lo crea esa fue la constante oración del Rey David durante toda su vida, David no perdía tiempo como los cristianos de hoy que van a la iglesia a puro pedir y pedir como niños. El nivel de oración de David se centraba en que Dios lo conociera.
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos.” (SALMOS 139 : 1 – 3 )
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.” (SALMOS 139 : 23 – 24 )
Si mis hermanos, así oraba David continuamente, porque el sabía que no era nada que él dijera: «Conozco a Dios», porque al final lo que le daría entrada al Cielo, a ese lugar eterno en donde habita Dios, es que el Rey del universo dijera: «Yo lo conozco, déjenlo entrar»…Wow. Ojala y cada cristiano de este tiempo entienda la imperiosa necesidad de vivir una vida que agrade a Dios, una vida en la cual Él sea el Señor. Que todo hombre deje lo que tenga que dejar, el pecado, el mundo, la vanidad, y solo estemos entregados día a día, a una sola meta de vida: «Que Dios nos conozca». De lo contrario podemos estar haciendo todo para Dios, pero sin tener ni la más mínima relación con el Dios que da la salvación. Que el Señor nos ayude a vivir delante de Él por toda la eternidad…
David Durelia